Edificios me enfrentan con luces apagadas y algunas ventanas parpadeantes.
Mi luz es constante y naranja.
¿Estará iluminando el frente de algún otro, como yo, que mira por la ventana?
Es verdad, a mi no me gusta la gente. Sólo me gusta observarlos sabiendo que están lejos.
Pero no veo a nadie.
Cocinas vacías, habitaciones detenidas, televisores que hacen bailar algún living oscuro pero ninguna historia.
Busco historias para escribir pero nada. Siete de la tarde y al parecer los edificios y el día se convirtieron en noche como cosas inseparables.
Algunos atardeceres me cuentan que hay unas pocas vidas resistiéndose a la noche.
¿Será que el mundo se está moviendo de otra manera y todavía no me enteré?
Es verdad, hace mucho que no observo a la gente. Hace mucho que estoy sumergida en ellos.
Es verdad, hace mucho que no observo a la gente. Hace mucho que estoy sumergida en ellos.
Pero ahora, en mi mundo, en mi día, en mi living naranja los miro, los busco y no entiendo esta oscuridad que me enfrenta.
No sólo no la entiendo, no la soporto.
¿Qué pasa? ¿Qué no sé?
Con tanta noche dormida me animo a hacer pis con el día prendido y la puerta abierta dejando la ventana de binocular perfecto.
Pero nada, ni un amanecer. Todo sigue siendo una noche aburrida.